Aunque ya a principios del siglo XIX, se idearon las primeras lavadoras de manivela (la ropa se metía en una caja de madera con agua y se hacía girar con una manivela), eran pocas por no decir casi ninguna, las familias que disponían de ellas. Durante la edad media, el lavado se hacía una vez cada 15 ó 20 días y bastantes años más tarde, una vez a la semana. Las mujeres lavaban la ropa de su propia familia junto con alguna de sus hijas.
Si la familia era pudiente, el lavado lo realizaban, previo pago, mujeres que se dedicaban a tal fin: La Lavanderas. En uno u otro caso el proceso era el mismo.
Antes de que clareara el día, ya fuera invierno o verano, hiciera frío o calor, salían las lavanderas camino del río o el arroyo, que a veces distaba varios kilómetros, cargando un enorme lío de ropa sucia, bien sobre sus cabezas, bien en grandes cestos de mimbre o bien envuelta en un hatillo de tela de algodón, y un buen trozo de jabón que ellas mismas confeccionaban.
A orillas de la corriente, arrodilladas sobre una piedra o madera, se daban en primer lugar a la tarea de enjabonar la ropa, golpearla con un mazo sobre la piedra y restregarla con ceniza para quitarle la mayor suciedad posible. Posteriormente la esparcían extendidas sobre la hierba a fin de solearla y que el sol fuera quintando las posibles manchas o el color amarillento. De cuando en cuando rociaban las prendas con agua para que no se secara.
Una vez soleada, de vuelta a enjabonar, restregar y por último darles varios enjuagados y volverlas a esparcir sobre la hierba para su secado. Esta labor llevaba todo el día, y al caer la tarde, se procedía a recogerlas, doblarlas y volverlas a meter en los cestos para emprender el regreso.
Podía ocurrir que por inclemencias del tiempo la ropa no se hubiera secado. En este caso la vuelta había que hacerla con la ropa mojada (duplicando así su peso), y procurar por todos los medios de secarla en casa de todas las maneras posibles, la mayoría de las veces, al calor de una candela.
De cuando en cuando algunos galanes solían acercarse al lugar de lavado para agasajar a las lavanderas casaderas.
Entraban en conversación y algunos las ayudaban a cargar con la ropa limpia a la vuelta.
Las mujeres que se dedicaban al oficio de lavanderas,realizaban esta labor todos los días, ya que era el medio de llevar un pequeño jornal a casa.
Estas mujeres a lo largo de años de duro trabajo, sufrían un gran desgaste en su cuerpo, tanto por ser un trabajo muy duro, como por el continuo contacto con la humedad del agua y del suelo. Era uno de los trabajos más sacrificados.
El lavado en los lavaderos de los patios o corrales se efectuaba en un lugar más apartado de los mismos adecuado para tal fin. Allí estaban dispuestas un número considerable de pilas de piedra, alineadas unas junto a otras.
Se usaban por turnos de días, pues no había suficientes pilas para todas las vecinas que las demandaban, por lo que cada una tenía asignado un día para realizar su colada.
Las prendas de gran tamaño como las sábanas, eran exprimidas entre dos vecinas por el método de retorcer. Cada una tomaba un pico de la prenda y la iban retorciendo en el sentido contrario a la otra.
Y por último tenderla en los tendederos, hechos de cuerda y que se elevaban con ayuda de una “tranca”, especia de palo con la punta en forma de horquilla en la que se metía la cuerda para después subirla y dejarla a una altura considerable para que su secado fuera más rápido.
Tanto el lugar de lavar la ropa, ya fuera el río o el arroyo, o el lavadero del corral o del patio llegaba a ser en ocasiones el mentidero del mismo. Allí se contaban todos los chismes, se decían todos los dimes y diretes, y se hacían las confidencias más inconfesables.
LA CIMBRA O LAVADERO ARABE:
Su nombre viene de uno de los significados de la palabra "cimbra" que es la curva de la superficie interior de un arco o bóveda Los árabes, grandes ingenieros de la cultura del agua, construyeron estos edificios llamados cimbras para el lavado de la ropa y, es probable, que en este lugar existiese una antigua cimbra árabe antes de la actual. La construcción es típica de nuestro entorno, en algunos, existen muros realizados en piedra y barro y la techumbre de maderos. Y en otros solamente un techado de maderas soportado en pilares o palos para dar sombra. Por su interior corría una acequia de agua cristalina que era excelente para el lavado de la ropa. Cada pila tenía su entrada de agua de dicha acequia y una salida para el agua ya utilizada en la colada. El agua iba a parar a una balsa llamada con el mismo nombre que está situada por debajo.
Lavadero en El Pozo de Los Frailes |
Lavadero en Huebro |
Lavadero en La Isleta del Moro |
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